Entra un momento en la presencia del Señor, y adórale
Mirad cómo se humilla cada día, como cuando bajó del trono real al seno de la Virgen. Cada día baja del seno del Padre al altar en las manos del sacerdote.
E igual que se manifestó a los apóstoles en carne verdadera, así también ahora se manifiesta a nosotros en el pan consagrado. (San Francisco)
Yo doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, para que, por los merecimientos de la gloriosa santa Virgen María su Madre, del santísimo padre nuestro Francisco y de todos los santos, el mismo Señor que nos ha concedido un buen comienzo, nos conceda también crecer en el bien y perseverar hasta el final. Amén. (Santa Clara)
Te adoramos, Santísimo Señor Jesucristo, aquí y en todas tus iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, pues por tu santa cruz haz redimido al mundo (San Francisco)
Hablemos, pues, según nos concede el Espíritu Santo, y supliquémosle humildemente que nos infunda su gracia para realizar de nuevo el día de Pentecostés en la perfección de los cinco sentidos y en la observancia del decálogo. Pidámosle que nos llene de un poderoso espíritu de contrición y encienda en nosotros las lenguas de fuego por la profesión de la fe, para que, ardientes e iluminados en los esplendores de los santos, merezcamos ver a Dios Uno y Trino (San Antonio de Padua)
Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos". Quien se dirige a este propiciatorio con entrega absoluta y pone su mirada en el Señor crucificado mediante la fe, la esperanza, la caridad, la devoción, la admiración, el gozo, el amor, la alabanza y el júbilo del corazón, realiza con él la Pascua, es decir, el paso... Mas, para que este paso sea perfecto, es necesario que, suspendiendo la actividad intelectual, todo el afecto del corazón se transforme y dirija totalmente a Dios (San Buenaventura)
Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo, entre las mujeres, ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo sumo Rey, y Padre celestial. Madre de nuestro Señor Jesucristo y Esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros, con san Miguel arcángel y con todas las virtudes del cielo y con todos los santos, ante tu santísimo Hijo amado, Señor y Maestro (San Francisco)
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