martes, 19 de enero de 2010

Nuestra Señora de Chapi - Historia de una Madre...

“La mamita”: Reina y Patrona de Arequipa “Los devotos la visten como una reina con pecheras de raso y manto de terciopelo. Se la ciñe con corona, símbolo de su realeza” (P. Clavell) En un desolado paraje de los Andes, a 2.420 metros de altitud y a 60 km. al sur de Arequipa, en el distrito de Polobaya —por el viejo camino que conduce a Moquegua—, se venera una imagen de Nuestra Señora de la Purificación o Candelaria, más conocida como la Virgen de Chapi, cuyo culto en este lugar se remonta al siglo XVIII y crece día a día. El origen de la imagen se ha perdido en el tiempo Es difícil precisar con exactitud el origen de esta entrañable devoción del pueblo arequipeño a la Santísima Virgen, asociada a los primeros evangelizadores de la región. Cuenta una vieja tradición, que la imagen fue hallada en un cerro aledaño a Churajón. Ya según un antiguo documento, fue trasladada a raíz de un terremoto en 1743, desde el caserío de Paranay al antiguo valle de Chapi 1, a 4.6 km. del actual Santuario, conocido también como Chapi Viejo. Debido a una serie de desmanes que se cometían durante su fiesta, en 1793, el párroco de Pocsi —jurisdicción a la cual pertenecía Chapi—, a fin de que los indios “pudieran cumplir mejor sus deberes de cristianos”,2 ordenó el traslado de la imagen hacia Sogay, pueblo próximo a Quequeña. Argüía el citado eclesiástico, por otra parte, que “la quebrada de Chapi estaba poco poblada, pues la escasez de agua no permitía la siembra, y por este motivo la ermita allí construida estaba casi abandonada”.3 Acatando la orden, se procedió a trasladar la imagen. Ya se había avanzado un buen trecho, cuando la comitiva hizo un alto para descansar y recuperar fuerzas. Fue a la sazón que el viento comenzó a arreciar, produciéndose una gran tempestad de arena. Al reiniciar la jornada, por más esfuerzos de los cargadores no lograron levantar la imagen. Lo intentan una y otra vez, sin conseguir el objetivo. El hecho fue dado por milagroso, interpretándose el suceso, como la voluntad de la Virgen para que su imagen fuese venerada, en adelante, en el sitio en que inamovible se quedó. Fue entonces allí erigida una pequeña ermita para su culto. Al respecto, comenta el Padre Vargas Ugarte, “que lo áspero, desabrido e inculto del mismo [el lugar] no ha sido parte para impedir que allá se dirijan los devotos, los cuales han vencido aun la misma oposición de las autoridades eclesiásticas”.4 Milagrosamente se salva en un terremoto “La noticia de la Virgen de Chapi se fue extendiendo por los contornos y aun trascendió a Arequipa, donde comenzaron a suscitarse devotos, que en romería se encaminaban a visitarla. No obstante, aún no pasaba de ordinario el culto que se le tributaba...” 5 En 1868, un violento terremoto trajo abajo esta ermita, encontrándose bajo sus escombros a “la mamita” del todo ilesa. En su lugar, se levantó una modesta capilla con los muros hechos de piedra y adobe, y el techo de paja. Con el correr de los años se la fue embelleciendo, aunque el aumento del flujo de peregrinos ya exigía la construcción de un santuario apropiado. De tal forma que, el 12 de febrero de 1893 se colocaron los cimientos del nuevo templo. La cantera de sillar y el agua del milagro El acucioso Padre Vargas Ugarte S.J., narra así los hechos extraordinarios ocurridos entonces: “Lentamente progresaron las obras, pero la Virgen las protegió visiblemente: primero, haciendo que los obreros diesen con una cantera de buena piedra de sillería en ocasión que se les había agotado la que afanosamente traían de Yarabamba; segundo, haciendo que saltase a flor de tierra y en la concavidad de un peñasco una vena de agua pura y cristalina. Este último suceso ocurrió en 1897, y sus circunstancias son en extremo notables. “Catorce peones cortaban sillares 7 para la obra, y la carencia de agua en aquel estéril suelo hacía más pesada su labor. Por la noche, uno de ellos fue al santuario y con sencilla fe pidió a la Virgen remediase la necesidad que padecía. Al día siguiente descubre, como a unos veinte metros de la cantera, un poco de humedad, escarba un poco y con grande júbilo ve brotar un chorro abundante de agua cristalina. No pararon aquí los favores de la Virgen, pues uno de los obreros, que padecía de la vista, se lavó los ojos con el agua del manantial y luego se sintió curado de su dolencia”.8 Estos hechos se difundieron como reguero de pólvora, con lo cual la Santísima Virgen atrajo hacia sí la atención de una infinitud de peregrinos que desde entonces frecuentan el lugar. Concluidas las obras, al comenzar el siglo XX, “la modesta capillita de antaño se había convertido en una iglesia de regular tamaño, con su fachada de dos cuerpos y una sola nave, en cuyo altar mayor se veía aparecer, vestida de rico manto, a la graciosa Virgen de Chapi”.9 El demonio no podía dejar de perturbar el crecimiento de esta devoción. Años más tarde, el 3 de mayo de 1921, un voraz incendio ocasionado por la caída de un cirio 10 consumió casi por entero el altar de la Virgen, resultando nuevamente, por un milagro, ilesa la venerada imagen. Y el 11 de octubre del año siguiente, un fuerte sismo afecta seriamente al templo. Son decenas de miles de personas, de todas las edades y clases sociales, que cada 1º de mayo se dirigen a su Santuario, en medio del desierto Su culto en nuestros días El actual Santuario se terminó de construir en 1967. Está levantado sobre un área de 1700 m², lo que proporciona una gran amplitud y favorece el culto. Su estilo es neo-colonial, con el clásico altar barroco enchapado en pan de oro. Su estructura —no podía ser de otra manera— es de sillar, ladrillo y cemento armado, para enfrentar los sismos. Su fiesta se celebra el 2 de febrero, día de la Purificación o Candelaria, pero los peregrinos han escogido de preferencia el 1º de mayo, en que se da inicio al mes dedicado a María, y también el 8 de setiembre, fiesta de su Natividad. En esas fechas, especialmente, se puede apreciar un verdadero mar humano descendiendo por la quebrada que conduce a Chapi. Son decenas de miles de personas, de todas las edades y clases sociales. Hay quien prefiera hacer todo el trayecto por la carretera, que ahora casi toca en el Santuario. Pero la inmensa mayoría de los devotos llega a pie, caminando alrededor de 15 km., desde el lugar conocido como “Siete Toldos”. Y no faltan los que realizan el inmenso sacrificio de emprender la caminata desde la propia ciudad de Arequipa. Sea como fuere, la gran mayoría lo hace devotamente, entonando plegarias y cánticos a Aquella que es Madre y Abogada nuestra.
Fuente:http://www.fatima.org.pe/seccion-verarticulo-6.html

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