sábado, 19 de diciembre de 2009

Novena de Navidad -- 4to dia

Consideración para el cuarto día 19 de diciembre "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón" De nuevo estamos reunidos en la presencia de la familia de Nazaret y nuestro corazón se regocija ante la proximidad de la Navidad. También hoy queremos ofrecer al Señor el homenaje que sólo Él merece y progresar en la gracia del Adviento que nos quiere preparar de la mejor manera a la celebración de la Navidad y a la espera de "los cielos nuevos y la tierra nueva" de los que habla la Escritura para el final de los tiempos. Escuchemos las palabras del Evangelio y busquemos en él el sentido de nuestras celebraciones. Del Evangelio según san Lucas (1 ,5 - 25) 5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; 6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 8 Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, 9 le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. 10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. 11 Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. 12 Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. 13 El ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; 14 será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, 15 porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, 16 y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, 17 e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto." 18 Zacarías dijo al ángel: "¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad." 19 El ángel le respondió: "Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. 20 Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo." 21 El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. 22 Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. 23 Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. 24 Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses 25 diciendo: "Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres." Reflexión El relato del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista que recibió su padre Zacarías en el templo nos recuerda la anunciación del arcángel san Gabriel a María Santísima. Sin embargo, nos muestra la diferencia en la actitud: Zacarías permaneció mudo porque no creyó inmediatamente el mensaje celestial; María, en cambio, se puso a la orden del Señor para que en ella y por medio de ella se hiciera todo lo que Dios quisiera. Eso es lo que falta seguramente a muchos discípulos de Jesús que podrían colaborar tan decididamente en la realización de los planes de Dios sobre el mundo si fueran más dóciles a la Palabra. Pero hoy queremos fijar nuestra mirada en la misión encomendada desde el primer momento a Juan el Bautista. A él le correspondió hacer que muchas personas volvieran al Señor, convencer con entusiasmo a todos sobre la urgencia de la reconciliación general y buscar portadas los medios que los rebeldes volvieran a la sensatez de los justos. En este sentido, la justicia y la reconciliación son la única posibilidad sensata para quienes quieren acoger la paz. Justicia de los individuos y justicia de los grupos humanos. Reconciliación con Dios y reconciliación entre nosotros. Juan predicó a los pecadores la conversión en la certeza del amor misericordioso de Dios que siempre ha querido y quiere mostrarse abierto a quien busca perdón. Y el milagro del perdón es lo único que permite a los seres humanos vivir en paz consigo mismos. De hecho, la posibilidad de reconciliación es la puerta abierta de la paz interior. Pero esto es exacto también a nivel más amplio, al nivel de la sociedad. Si la sociedad entera se abre al amor de Dios y al misterio del perdón, si se entra en un proceso de reconciliación nacional, todo puede ser mejor. Nada vale para la paz el solo silencio de las armas. Ese silencio puede ser macabro por la terrible posibilidad de una simple superioridad de recursos, de fuerzas y de pactos. En cambio, la paz sí se construye por el camino de un proceso de reconciliación en el que la justicia sea resarcida de todas las partes y en que las responsabilidades sean reconocidas, aceptadas y satisfechas dentro de los cauces de la verdad y del derecho. Al preparamos a la Navidad debemos meditar muy bien cuáles son las opciones del Evangelio por la paz. De hecho, nuestro Señor llamó "bienaventurados a los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios". Como el Hijo de Dios dio su vida por la paz del mundo, así los cristianos debemos comprometemos en instaurar el nuevo orden que haga posible la paz. Pensemos un momento si vivimos con alegría nuestra propia relación con Dios que tanto nos ha perdonado y que tanto nos ama. Reconociéndonos pecadores perdonados, ofrezcamos el perdón a todos. (Momento de silencio.) Compromiso personal y comunitario Buscaremos un espacio para la oración personal y, haciendo pasar ante nuestra mirada interior a todos los que nos hayan ofendido, les daremos el perdón sincero. De la misma manera haremos propósito de no llevar cuentas de las ofensas recibidas en el pasado ni durante este año. Pediremos al Señor que ilumine a todos los que tienen poder decisorio en nuestro país para que se convenzan de la necesidad de establecer procesos de reconciliación que promuevan una paz verdadera.

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